domingo

No hay monstruos bajo mi cama


Cuando mamá no estaba, había un monstruo bajo mi cama. Era pequeño y peludo. Tenía tres ojos: uno rojo, otro azul y el del medio, morado.


Cuando mamá dormía, el monstruo gritaba. Era de noche, oscura la noche. Yo, en mi cuna, abría con fuerza mis ojos. No quería dormir y gritaba el monstruo bajo mi cama.


Cuando papá no estaba, el monstruo recorría toda la casa. A veces, me despertaba. Saltaba bajo la cama y hacía ruidos, como queriendo salir.


Cuando papá dormía, yo no miraba bajo mi cama. En aquel espacio oscuro y profundo vivía el pequeño monstruo que gritaba.


Una noche, decidí avisar a mamá y papá sobre la existencia del monstruo. Como aún no sabía hablar, lloré. Lloré fuerte.


Mamá me acercó a su pecho. Papá me sostuvo en brazos. Mamá me cambió el pañal. Papá me sacó los gases. Aún así, yo lloraba. Lloraba fuerte. Quería explicarles que había un monstruo bajo mi cama.


Mamá y papá recordaron un viejo consejo de la abuela; corrieron a la estantería y cogieron el libro de cuentos.



Mamá leía, con voz suave, las coloridas páginas del libro. Finalmente detuve mi llanto.

- ¡Por fin, papá y mamá entendieron mi mensaje!


Fui cerrando mis ojos y los personajes de las historias me llevaron a soñar.


Desde su oscuro rincón, el monstruo también oía los cuentos.


Pronto, el diminuto monstruo se durmió. Roncaba plácidamente bajo mi cama. Mientras dormía, soñó con su mamá. Una monstrua de cuatro ojos: dos verdes y dos amarillos.


Cuando el monstruo despertó, ya era de día. Tanta luz lo asustaba. Recordó los cuentos que contó mi madre la noche anterior. Sintió mucha tristeza al recordar a su mamá monstrua. La extrañaba mucho.


Esa mañana se marchó el monstruo. Partió a buscar a su mamá de cuatro ojos. Deseaba que ella también le contara cuentos y le enseñara a no gritar cuando se asustase al ver niños sobre la cama.